domingo, abril 30, 2006

Editorial del Clarin sobre el apoyo del Mtro. Mehta

Clarín
Directora: Ernestina Herrera de Noble

Martes 18 de agosto de 1987

Gracias maestro, Mehta

El masivo interés suscitado en los últimos tiempos por diversas manifestaciones artísticas, en especial de tipo musical, expresa indudablemente genuinas apetencias e inclinaciones de nuestra población.Las adhesiones de público con que se desarrollan determinados acontecimientos no pueden imputarse a simples reflejos de la moda o al culto del éxito por el éxito mismo, muy explicable en un país atenazado por la crisis y afectado por profundas frustraciones colectivas.

Si algunos de tales matices negativos pueden integrar el complejo cuadro de motivaciones que inciden en la fruición de un hecho artístico, es evidente que existen en nuestra sociedad tradiciones y practicas culturales favorecedoras de una participación personalizada y autentica. Las comentadas "explosiones" de interés popular pueden ser explicadas por el contrario, por la ausencia durante muchos años, en el pasado reciente, de contactos permanentes con el acontecer artístico internacional.

La situación del país no estimulaba, por cierto, la visita de importantes artistas extranjeros, como había sido una costumbre reiterada en épocas tormentosas. La normalización institucional trajo aparejada, sin duda, una reversión de esa tendencia. Así pudieron concretarse presencias largamente esperadas y recuperar, parcialmente, el tiempo perdido. Esto solo basta, en buena parte, para comprender el entusiasmo desbordante.

Las necesidades culturales de nuestra población demostraron tener una intensidad que había sido descuidada y olvidada. Las exageraciones o eventuales esnobismos que algunos pueden entrever en ciertas conductas observadas por el publico, y aun por los medios de difusión, en torno de la presencia y actuación de grandes figuras artísticas, se disiparan en el futuro si tales circunstancias dejan de ser esporádicas o aleatorias.

En este sentido, una buena estrategia para lograr continuidad en la presentación de artistas extranjeros no estará disociada, en términos estrictos, de la estrategia que se adopte para la promoción y el aliento de la cultura nacional. Los recursos que faltan para asegurar aquella primera posibilidad son parte de la limitación que también afecta, y mucho más gravemente, el desarrollo de las actividades artísticas locales.

El protagonista de uno de los acontecimientos musicales más espectaculares de la temporada, el maestro Zubin Mehta, que al frente de la Orquesta Filarmónica de Nueva York congregó unas cien mil personas para escuchar un concierto en la Avenida 9 de Julio, se refirió poco antes de abandonar nuestro país a ese problema. Lo hizo en relación con una situación específica la de la Orquesta Sinfónica Nacional, pero sus conceptos pueden ser extensibles, sin distorsiones, a todo el ámbito cultural argentino.

Dada las características de su personalidad y su condición de artista de nivel mundial, los juicios emitidos no pueden considerarse una intromisión en nuestros asuntos. Por el contrario, constituyen una amigable reflexión de alguien que, al margen de fronteras políticas e intereses comerciales, está interpretando la defensa de valores comunes a todas las culturas y, por ende, de la propia cultura argentina.

Desde ese espacio inimpugnable deben recibirse como legítimas las consideraciones de Mehta sobre el drama de la Sinfónica Nacional, que con coincidentes expresiones comentamos oportunamente en esta columna. "Se trata de un organismo de alto nivel, de calidad comparable a las buenas orquestas europeas", dijo el maestro, amenazado gravemente por las limitaciones presupuestarias.

Según Mehta, las bajisimas remuneraciones recibidas por los integrantes del organismo sinfónico "no pueden satisfacer sus mínimas necesidades. Es obvio -añadió- que si un país desea tener una orquesta de alto nivel profesional, como lo es la Sinfónica Nacional de la Argentina, se deben ofrecer remuneraciones dignas a sus integrantes, para evitar que el conjunto sufra un paulatino desmembramiento por la emigración de sus músicos al extranjero".

Lograr esa meta implicará también la posibilidad de que Mehta, Pavarotti y tantos otros visiten asiduamente a la Argentina como una escala lógica y natural de su actividad artística. Implicará, en definitiva, que nuestro país asuma en plenitud su condición de sociedad que apunta al desarrollo integral de sus potencialidades tanto humanas como materiales.

El interés demostrado por el público ante las mencionadas visitas y la existencia de artistas argentinos de valía que deben expatriarse hablan a las claras de un recurso genuino más de la Argentina que la crisis condena a la esterilidad o, por lo menos, limita severamente. Ojalá que los entusiasmos de estos días generen, entre nosotros, reflexiones tan pertinentes como las del maestro Mehta.